miércoles, agosto 12, 2009

El zapato de Don Manuel

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Era Manuel Rojas uno de esos estibadores que teniía la Isabela en su puerto, oriundos de distintas partes de España que parecían haber sido seleccionados por la Madre Naturaleza por su enorme fuerza ycorpulencia. Era Isleño, como los cubanos, hijos de una isla llamamos a los hijos de las Islas Canarias. Dicho sea de paso, Las Canarias y Cuba, geográfica e históricamente han sido siempre y serán, las dos patas del puente más corto entre La Madre Patria y la Hija menor, a su vez puente y portada para llegar a las hijas mayores de España.

Don Manuel Rojas tuvo una amplia prole, era muy querido y respetado en La Isabela...y tenía una chalanita de unos 16 pies, con que pasaba sus horas de ocio pescando frente a los Muelles de Alfert. Empacaba,como tantos otros pescadores, su botella de agua, su cachimba, hoja de tabaco, y algo de almorzar, tempranito al amanecer. Se hacía a la mar y, remando, se iba hasta un punto más o menos de 800 metros al sudoeste del Muelle de Alfert y Cia. Echaba su potala (una placa de acero que en su tiempo había sido parte del freno que sujetaba una rueda del tren de ferrocarril, ahora desechado por uno más joven, como pasa entre los humanos) y echaba un par de piticas por la borda.
Como no vivía de la pesca, ni tenía prisa, cargaba la pipa de tabaco en rama, prendía el fósforo, echaba unas bocanadas de humo, y se acomodaba entre los asientos del medio y la popa a descansar. "Ya picarán", se decía. Y de vez en cuando algún curbino extraviado o unas salemas vírgenes se cruzaban con su anzuelo y servían de cena al buen hombre. Si no se pesca hoy, siempre hay un mañana...y tal vez un buen serrucho para hacer un escabeche se acerca por aquí.
Y los días, meses y años desfilaban holgazanes por la bahía, como pasan las olas de arena en el fondo, cuando las corrientes cambian de orientación. En la Isabela todos nos conocíamos por generaciones. Y Don Manuel y sus constumbres eran, como tantas otras, una mampara asentada sobre el horizonte del puerto.Hola, Don Manuel!!! ¿Pica o no pica, Don Manuel?


Ahí, ahí vamos... con su voz lenta, asentada, poderosa y gentil. Prendía la pipa de nuevo y de nuevo se echaba a dormir o, tal vez, a meditar sobre el futuro del mundo. Allá en el pueblo su amplia familia se movía en todas las direcciones y actividades. Don Manuel Rojas tenía razón de estar sereno, buenos y luchadores hijos e hijas,una esposa muy bien querida de todos y una magnífica y grande casa en el centro del pueblo que garantizaba la estabilidad familiar por los tiempos porvenir. Cuba le era noble regazo a Don Manuel, y La Isabelaera uno de los puertos más activos de la nación cubana. Siempre había trabajo y empleo. Y además, ahí estaba el mar. El mar con sus enormes riquezas, y las aguas alrededor de La Isabela, tan rico en todo tipo de productos, pescados, moluscos, ostiones -!Ah, Ostiones de Sagua!- entre los mejores del mundo, no ya solo de Cuba. Nadie se acostaba sin comer en la Isabela, aún en los peores tiempos de su existencia.

Pero la Vida es chistosa. Y nada es perfecto ni eterno. Y hay tiburones.Muy raramente se ha oído a un isabelino quejarse de un tiburón...aunque hay leyendas.Nunca se oyó a Don Manuel Rojas contar una fantasía....pero hay sorpresas también. Y he aquí una casi chistosa. No les he contado que Don Manuel usaba zapatos altos, de cuero, amarillo. Acostumbraba aflojarles los cordones pero sin quitárselos de los pies. Y luego, echaba una pierna sobre la borda, costumbre de pescador, y hasta a veces, como los chicos, hacelos danzar sobre la superficie del mar. Divertido e inocente pasatiempo del marinero de bote chico. Pero un día......Un día Don Manuel salió en su chalanita, hizo todas sus ceremonios de acuerdo con su propio manual de operaciones pesqueras, como lo había hecho por más de 40 abriles. y se echó, al mediodía, bajo aquelcálido sol de la bahía isabelina, su siestecita. Pero....

!Guay de mi, Sancho!-este es mi día.Como esos chicos que llegan corriendo de la escuela felices de regresar a casa después de un día metidos entre los pupitres en la escuela y encontrarse que papá vino temprano del trabajo hoy y está durmiendo su siesta.....!Blam, blam, blam! encima de papá cae la tropa alegre sonriente, feliz. Ah, pobre siesta, digo, pobre viejo...

De pronto, un tirón salvajemente sobre su pie izquierdo: !Rayos, que eso duele!De un salto el lento caballero se incorpora y mira al mar.

Alegre y retozón allá iba su zapato nuevo.... amarillito, todavía embetunado por el peletero que se vendió.. Como se divertían...corriendo tras del zapato...

Tres o cuatro cazones ( tiburones jóvenes) se disputaban la presa que le habían arrancado del pie a Don Manuel.

Mi zapato endiablados tiburones.........
La noticia corrió de boca en boca en La Isabela como si un terremoto hubiese atacado a un curro sobre una mata de coco.... si esas cosas pudieran un día suceder.


Y los isabelinos, y Don Manuel en particular, con su particular hábito de entonces me dio pie para esta Estampa Isabelina.

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