jueves, noviembre 06, 2008

Buque Chileno en La Isabela

Por: Gilberto Rodríguez

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En el baúl de los Recuerdos, cuando el viejo desaparece, los jóvenes suelen encontrar muchas "basuras" y trastos desechables. Pero cuando el caudal de las memorias es abierto por el viejo mismo que las guardó allí, una como aroma de fresco rocío llena su entorno acariciando el pasado y los momentos vividos. Y a veces algo que pudo un día ser de escasa importancia, tiempos más tarde puede reflejar un algo especial, exótico, romántico, histórico o, simplemente, motivo de añoranzas... Así nos viene a la memoria el recuerdo indeleble de el encuentro pasajero de un hombre de tierras lejanas y un chico del puerto.

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Corrían los años del Machadato, en Cuba. La crisis económica creada por la quiebra del sistema bancario norteamericano llegaba a su punto más grave de esos tiempos (1929, 1930, 1931) y Cuba, que siemprehabia sido beneficiada por los distintos programas en cierto modo protectores de la producción azucarera desde la Primera Guerra Mundial y su "Danza de los Millones", se arrastraba sus verdes cañaverales preñada de producto y muerte de necesidades. El hambre era rampante. Para muchos hogares pobres la cosa era tal que, a fuer de exagerados, la décima mas popular de esos dias exageraba el bienestar del pueblo al decir, como lo hacia: "Cuando luna declina debajo de los mameyes, Machado poniendo leyes y el pueblo comiendo harina." ¡Bienaventurado quien pudiera comer harina, aunque fuera hervida, en esos días!
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Y también esos aciagos dias nos mostraban otra cara de las diferencias que la Madre Naturaleza nos regala a los isabelinos. El mar. El mar nos permitia y siempre nos ha permitido, el maravilloso disfrute de sus ricos manjares. Pescados,crustáceos, etc., etc. Por campos y ciudades muchos atravesaban dias mucho peoresque los nuestros. Y cada isabelino miraba al amanecer hacia la Boca de Marillanes... Un silente interrogante en cada mente...¿Viene un barco? Y los días se hacían meses y...espera... Un día llegó a los Muelles de Garcia Beltran un barco chileno. En su negra popa se leia en blancas letras: "Santiago, Valparaiso" Oh, madre de todas las sorpresas, coctel de alegrías. ¡Hay trabajo! El pueblo se movilizó en pleno, cual si de pronto un rayo misterioso hubiese hecho despertar a un monstruo durmiente que emujara la industria entera hacia un correr de telones de escena en una pelicula de fantasias juveniles. ¡Un barco azucarero... y chileno, por demás, algo que nunca habíamos visto anteriormente!Hubo una real corriente de alegría desde la punta hasta Las Carboneras.
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Los remolcadores de La Casa García encendieron sus humeantes máquinas petroleras. El "Carahatas", El "Petrola" y el "Kismet" comenzaron a tirar de las patanas, rumbo a los ingenios en busca del dulceproducto de nuestras cañas criollas, envasadas en aquellos enormes sacos que nuestros estibadores luego echarían al fondo de las entrañas de nuestro visitante chileno. Santiago. ¡Cuantos recuerdos, amiga nación chilena! Mi padre en esos tiempos tripulaba una de esas patana de García. David Vilar, conocido como Pancho Villa, abuelo de esa bella cubanita miamense,que en un tiempo fuera bailarina de "Ballet Concerto", Maritere Vilar, esposa del afamado cantante cubano, de Hialeah, Jon Secada, Juan Chorizo, Pedro Besada Ordoqui, mas conocido como "Zungo" y mi viejo, tenian como patrón a Rafael Salgado. A ellos tocó traer azúcar de Chávez para el "Santiago".
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Cuando mi padre estaba en puerto, yo, que a la vez tenía unos nueve años iba por las tardes hasta la orilla del muelle de Casa Garcia y allí esperaba que mi padre saliera del trabajo para caminar con el hasta nuestra casita, alli cerca de la Estación del Ferrocarril. Abordo del Santiago, los chilenos se afanaban en sus labores muy diligente y calladamente. Menos uno: el cocinero. Ricardo. (Perdón, pero este nombre es ficticio porque en realidad no recuerdo el suyo, aunque mucho me gustaria). Ricardo tenia unos 38 años de edad, mediano de estatura, negros cabellos y una serenidad, o calma de modales digna de un monje...y sentia algo de placer en salir al muelle a contemplar el ambiente. Y alli nos conocimos. Ricardo hablaba conmigo de Cuba, de Chile, de las gaviotas, con sencillez dfe viejos amigos. Y nuestra amistad se extendió por todos los largos días el Santiago estuvo en La Isabela. Y llegado un dia que los veinte y seis mil sacos de azúcar estuvioeron cargados abordo, el Santiago echó proa a la mar y comenzó el viaje de regreso a Chile. Y la noticia corría de boca en boca.
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Los periódicos habaneros publicaron la noticia a los cuatro vientos. "Cuba vende azúcar a Chile." Y pasaron los días. De pronto, como por la fuerza de un misterioso rayo movido, el grito de la prensa nacional se hizo eco doloroso del percance: "Incendio abordo del buque chileno "Santiago", que iba para Chile cargado con 26,000 sacos de azúcar cubano." Yo no se realmente a cuantas personas sobre la faz de la Tierra le penetrara el alma la trágica noticia del fuego abordo del Santiago, pero a mi, al menos, a mis cortos años de edad, ya el sentido de la amistad me habia penetrado el alma de manera profunda. Y "Ricardo", el marino cocinero chileno, era mi amigo.(!!!???) .
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Han pasado muchos años desde entonces. Yo fuí marino durante mucho tiempo en los años siguientes, he estado en muchos países, pero nunca en Chile. He visto, oído y aprendido muchas cosas y he averiguadootras, pero jamás he podido saber que pasó, en realidad con el "Santiago", ni que destino corrió mi amigo "Ricardo" el cocinero chileno. Y hoy, aun, a mis 87 años de edad sigo preguntando: ¿Qué pasó con El Santiago? ¿Qué le deparó el destino a mi amigo Ricardo? Y una pared de silencio recoge mis preguntas... Tal vez por las distancias físicas y de tiempo; tal vez porque de un marino, casi nadie se recuerda. Tal vez.... Tal vez solo una ola carga el secreto del Santiago, guardado en el pecho de Ricardo, en algún cofre silente allá en el fondo de lo eterno. Tal vez...

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